sábado, 7 de mayo de 2011

Triste viento

Hoy es una de esas noches en las que parece que el mundo está desierto.

El viento sopla con timidez y sin apenas fuerza, y se lamenta deslizando sus penurias por las fachadas de los edificios, lamiéndolas, serpenteando. Es un llanto apagado y triste, pausado, contenido. El viento no quiere ser oído, no quiere molestar. Hoy el viento está cansado.

En el exterior una enorme palmera danza asustada y solitaria, y sus hojas son como esas cortinas de una vieja casa abandonada que se mecen a cámara lenta cuando un espíritu atormentado las roza. El sonido que ese movimiento produce recuerda vagamente a lágrimas cayendo sobre mojado; a sábanas retorciéndose sin sentido; al agua siendo arrojada sobre un suelo de frías baldosas sin vida. Es una melodía que asusta, que alerta, que inquieta, que no duerme. Y el viento se lamenta.

De fondo, un rumor que no termina de apagarse. Un susurro constante, una molesta vibración que consume y apaga cualquier otro sonido posible. Hay muchos vientos, y todos han decidio salir a airear sus desgracias al mismo tiempo. Por eso el lejano murmullo se mantiene en el tiempo, cual avión sobrevolando el cielo, congelado su movimiento pero no su sonido. Parece un eco lejano, pero en realidad es un son sin núcleo, constante, que se encuentra en todas partes y en ninguna a la vez. Y a veces, sólo a veces, ese eco se vuelve un rugido, como si estuviera más cerca, pero en realidad sólo está más enfadado.

Y el viento sigue triste, y el silencio de la noche es un silencio quejica y chillón.

En esta noche no hay gatos que maúllen, automóviles que se desplacen, perros que ladren ni gemidos de placer. No hay voces al otro lado de la pared ni televisores con el volumen demasiado alto; no hay discotecas ni cines ni fiestas en las terrazas. Nadie friega los platos ni camina por los pasillos con pesadez, y hace rato que los bebés no lloran. No hay risas ni golpes ni campanas de microondas ni teléfonos que suenen; no hay cubitos de hielo chocando contra el cristal ni ronquidos ni besos. No hay más sonido que el de los vientos que se quejan y los árboles que se asustan. Y, a veces, un portazo, un cubo chocando contra el suelo, una persiana rota. Objetos que caen descompuestos en pedazos como si el mundo se fuera despellejando poco a poco.

Por eso hoy es una de esas noches en las que parece que el mundo se ha muerto.

9 comentarios:

  1. Segun iba leyendo, iba caminando por esa ciudad golpeando con mi cara ese viento triste! Te aseguro que estaba allí!!
    Eres fantástica Saya!!

    Dulces sueños....

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  2. Gracias Gybby! Cuando el viento se lamenta es hora de reflexionar. El día se ha levantado igual de silencioso...
    Dulces sueños, despiertos o no :)

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  3. Deseo que ese viento deje de lamentarse y que empiece a sonar la música en un día soleado!!

    Un besazo, ;-)

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  4. Pues en Barcelona está complicado... Las nubes son espesas y el aire frío... Pero el sol sigue estando allí arriba, por encima de la lluvia y los lamentos^^

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  5. En Madrid ha amanecido igual. Hoy he currado toda la tarde, cuando he empezado, el tiempo seguía de mal rollo. He empezado a soñar despierto, un sueño de esos que molan.... A media tarde se ha ido abriendo el cielo, dejando entrar a un sol fantástico hasta que se ha quedado una tarde maravillosa!!
    Estoy seguro que ha sido mi sueño....
    Los sueños son poderosos!! ;-)

    Que tengas un fin de semana soñador Saya!!

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  6. Bajas presiones, borrascas, depresiones pasajeras. Dejemos que el viento nos despeine.

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  7. Que bueno, me ha conmovido. Me gusta como has hablado del viento y de las palmeras. Las palemras molan porque por mucho que sople el viento nunca se rompen. Deberiamos aprender de ellas.

    Salduos!

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  8. Gracias Spaski^^ Esas noches son mágicas de alguna manera... Y esa palmera existe ;) Y esos vientos, también.

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