miércoles, 15 de febrero de 2012

Energía estática

Estaba un poco cansada. No era un cansancio físico, ni siquiera mental. Era algo más similar al agotamiento emocional. Por eso recibía constantes descargas eléctricas. O quizá por recibirlas se encontraba tan cansada; no estaba segura.

Llegaba a casa y se quitaba la chaqueta de lana para escuchar la estática, esos cientos de relámpagos en miniatura restallando en el pequeño universo que pasaba las horas tan cerca de su piel. Un día probó lo que le habían dicho de apagar la luz y dejar los ojos abiertos mientras se desnudaba, y sintió miedo. Siempre le gustaron las tormentas, porque las respetaba, por el inmenso poder que desprendían. Ahora era capaz de crear pequeñas tormentas eléctricas en su dormitorio sin ni siquiera pretenderlo. Y no pudo evitar hablar de ello.

   - Sí, es que últimamente voy muy cargada de energía estática.

"¿Energía?", pensaba tan solo acabar la frase para automáticamente corregirla antes de que nadie lo hiciera por ella. Siempre se equivocaba, sin quererlo, igual que no buscaba esas pequeñas tormentas eléctricas. "¿Por qué?", pensaba, "¿Por qué siempre digo 'energía estática' en vez de 'electricidad estática'?".

Encontró la respuesta el día en que se hartó de sentir esa presión en su espalda; no el típico peso de la ropa invernal, sino ese aplastamiento de sensaciones, como si manos invisibles la empujaran hacia abajo. Entonces se dio cuenta de que estaba demasiado susceptible, de que llegaba demasiado a menudo al borde del llanto. No estaba satisfecha con su día a día, aunque había aprendido con el paso de los años a reconocer la felicidad y a aceptar los momentos menos positivos como parte del ir y venir constante de la vida. No era electricidad lo que ella acumulaba, sino energía. Energía negativa que se posaba sobre sus hombros y la cubría como un moco espeso y viscoso. Era la energía de la inactividad, de la frustración y del roce producido por la constante lucha entre el egoísmo y el altruismo, en su incansable búsqueda del equilibrio. Era la energía de los eternos miedos infantiles, que no la llevaban hacia ninguna parte más que a sí misma, cerrando el círculo y cargándola de estática.

Por eso se equivocaba siempre y decía "energía" en vez de "electricidad". Y el día que lo vio claro, se quitó la chaqueta como otras tantas veces y esa vez no hubo tantos relámpagos.

Porque sabía que poco a poco todo volvería a ser pura electricidad.

2 comentarios:

Ocho meses

Silencio. Un vaso que poco a poco se vacía, de manera apenas perceptible. El frío que siempre vuelve, exigiendo quedarse. Una flor que se pu...