Ella dormía cuando se fue la luz en el mundo.
Por eso no pudo evitar que los tomates se pudrieran poco a poco en la nevera. Tampoco vio cómo sus geranios iban perdiendo todos sus pétalos hasta secarse y morir. Las polillas se comieron su ropa y las arañas hilaron telas a su antojo mientras el polvo cubría lentamente las estanterías repletas de libros. Ni las sirenas de las ambulancias ni las hélices de los helicópteros, las explosiones de gas, los llantos de los niños y los aullidos de los perros la pudieron despertar. Más tarde, cuando el mundo quedó en silencio y los pájaros recuperaron al fin el cielo, las raíces de los árboles comenzaron a romper el asfalto de las calles, las olas barrieron las sucias arenas de las playas, los ríos se desbordaron e inundaron pueblos enteros, y la luna y las estrellas volvieron a iluminar las noches con su luz plateada.
Y mientras tanto ella dormía. Ajena a miles de variaciones solares y eclipses lunares, al frío y al calor, a las tormentas y los huracanes y los terremotos y los fuegos incontrolados, aún ahora respira con suavidad entre sus sábanas blancas.
Pero, ¡mirad!, está abriendo los ojos... ¿Estará despertando? ¿O acaso sigue soñando?
Pisadas que el tiempo y la lluvia barrerán
y pisotones que quedarán marcados con fuego para que jamás olvidemos.
martes, 17 de enero de 2012
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