lunes, 23 de enero de 2012

Naranja reseca

El mundo se deshace lentamente, capa por capa, como una naranja reseca. Nuestros ojos no pueden apreciar lo que se mueve a unos escasos diez centímetros por encima de nuestras cabezas. Una nube de ceros y unos, de consciencia volátil e infinita sabiduría; una fina capa transparente de conocimientos y datos creados por y para nuestro bien, o mal, dependiendo de las manos en las que caiga. Un manto que todo lo cubre, modificándolo, enriqueciéndolo, volviéndolo complejo. Una masa informe que no está en ningún sitio y que está en todos los sitios a la vez, eliminando fronteras y cambiando el concepto del tiempo.

Y ahí está ella, saltando con soltura entre las sinapsis de millones de nodos, ahora a trescientos metros, luego a ocho mil kilómetros, yendo y viniendo en nanosegundos sin tener en cuenta las distancias, sólo el contenido. Forjándose una máscara más o menos fiel a la realidad, encontrándose con otras máscaras, con sólo ojos, o sólo narices, o sólo bocas o sólo orejas. Dedos invisibles de marionetista mueven los datos de un lugar a otro, replicando el mismo bit en miles de sitios a la vez, haciendo llegar lo que sea a quien quiera recibirlo. No mandan las leyes del mundo físico en este submundo superior, sino lo que sus paseantes desean y anhelan, creando y rehaciendo conceptos, modelos, ideas. Y ella tiene su propia parcela en ese terreno que en realidad es de todos, seleccionando de arriba y de abajo y de izquiera y de derecha lo que le interesa, delimitando su propio terreno virtual sin vallas, sin muros aparentes, mas los que su mente quiera tener.

No hay sangre en este plano etéreo, no hay hambre ni sed ni dolor, pero sí se desatan guerras. Entonces enormes torbellinos eléctricos se crean por doquier, y mientras come fideos chinos instantáneos ella teme como tantos otros que uno de esos torbellinos la arrastre hacia la nada. Porque la revolución está en otro plano, al menos en el primer mundo. Hay represión y censura y se lucha contra ellas con armas invisibles, y hay piratas sin parche en el ojo que rehacen las reglas, cuales Robin Hood digitales, regalando en la capa de datos, lucrándose en el mundo real. Las masas sedentarias ya no corren por las calles ni cosen con sus manos banderas que ondear en la multitud, pero luchan apoltronados en sofás y camas con impulsos enviados con silicona y coltán. Los conceptos cambian y lo que es malo en un plano, no lo es en el otro; un paso mal dado en uno provoca desastres en el otro, y a pesar de todo siguen separados, sin querer ayudarse mutuamente y aprender, enfadados siempre. Porque en realidad son dos mundos distintos que no se pueden regir por las mismas leyes.

Quizá llegue el día, piensa ella mientras bebe agua embotellada y se seca los labios con una servilleta de papel de colores, en que esa capa fina sobre sus cabezas se desplome y desaparezca, y entonces el mundo volverá a ser como antes, con sus problemas que se repiten y sus guerras sangrientas que nunca acaban. O quizá, y ella prefiere pensar en eso, al fin ese manto sea el que ayude a alzar las mentes físicas para llevarlas a otro nivel de comprensión, para cambiar la forma arcaica en la que funciona todavía el mundo, regido por un sistema echado a perder como una naranja reseca. Y ella querrá estar ahí junto con otros tantos millones de entes virtuales, observando y disfrutando de su creación.

A no ser, claro está, que la eliminen antes.

4 comentarios:

  1. Sin duda, leyendo tu escrito, sobre estos días raros en la nube, me recuerda que evolucionamos y esa evolución, nos hace temer de nosotros mismos...todo un sinsentido y autocensura por desgracia.

    Y me gusta como lo has narrado! Sigue así!

    ResponderEliminar
  2. No sabemos adaptarnos a los cambios, estamos muy mal educados. Pero a veces todo cambia demasiado rápido también y no nos deja apenas capacidad de asimilación...
    Gracias por tu comment! ;)

    ResponderEliminar
  3. Como comentábamos hará medio año. El cambio no es inherentemente bueno, y el cambio no tiene por qué gustar. Suertudos los que vuelan a lomos del cambio, sin darse cuenta posiblemente. Los que no tienen esa fortuna, lo toman con una sonrisa de consecuencias, o deciden tomar armas e irse a la guerra.

    ResponderEliminar
  4. pelluchan, me gusta tu reflexión. ¿Quizá deberías abrir un blog donde expresarte también? :p

    ResponderEliminar

Ocho meses

Silencio. Un vaso que poco a poco se vacía, de manera apenas perceptible. El frío que siempre vuelve, exigiendo quedarse. Una flor que se pu...