lunes, 14 de febrero de 2011

La cruz y la cara

Triste Sin Valentín

Hay un coche mal aparcado en frente del apartamento. Un Volkswagen último modelo, de ese mismo año. Las luces están apagadas; dentro del vehículo la luz de un cigarrillo fumado con esmero danza con suavidad, como un fantasma. Con cada calada, un nuevo reflejo. Con cada bocanada, un poco más de niebla. Esperando.

Alguien pica en el cristal del copiloto. El cigarro vuela hacia abajo, y el hombre se gira. Pasan unos segundos hasta que decide bajar la ventanilla.

– ¿Qué quieres? –Su tono no es amigable. Parece más una afirmación.

– Me he dejado el bolso. –Una voz femenina, congestionada y ronca por la desesperación y el agotamiento.

– Sírvete tú misma. –Un click, y ella abre la puerta trasera. Coge el bolso y la cierra.

– Dime que dejarás de fumar. –Es una súplica, tan penosa como su cara deformada por el llanto.

– Dime que me vas a dejar en paz. –Es una orden, tan seca como la voz de su dueño.

La mujer suspira y se gira, dirigiéndose al portal. Puede oír a sus espaldas cómo el hombre arranca el motor del coche. Una lágrima se desliza por su rostro, y ella se detiene durante unos segundos. Intenta controlar un nuevo ataque de ansiedad. Y se deja caer lentamente, como un árbol talado en mitad del bosque, hasta quedar arrodillada en el suelo.

El Volkswagen se aleja silencioso en la oscuridad de una calle cualquiera, dejando atrás una vida desdichada y maltrecha. No hay reproches, no hay arrepentimiento. No hay nada.

Sólo el vacío de la soledad.

*  *  *

Feliz San Valentín

Hay un coche mal aparcado en frente del apartamento. Un Volkswagen último modelo, de ese mismo año. El motor está parado, y en su interior un hombre busca algo en la guantera. Un pequeño frasco, un agradable aroma. Se mira en el espejo, cierra la guantera. Esperando.

La muchacha baja las escaleras despreocupada. Abre la puerta que da a la calle mientras busca una canción en su reproductor mp3 portátil. No ve el coche mal aparcado.

Él la observa mientras su corazón se acelera. Está preciosa, como siempre. Pero no lo ha visto. Se apresura a bajar del coche; no quiere que la sorpresa le salga mal.

Una corta carrera, un abrazo inesperado por la espalda, y esos segundos que pasan hasta que ella se da cuenta de lo que sucede. Un rostro que cambia de la sorpresa a la duda y más tarde a la alegría; una sonrisa que se dibuja en unos labios que nunca se cansan de besar. Ella se da la vuelta y se abalanza sobre él.

– ¡Has venido! ¡Qué susto me has dado! –Ella lo mira a los ojos sonriendo, y luego vuelve a abrazarlo.

– Quería darte una sorpresa... ¿No sospechaste nada cuando me llamaste hace un rato? –Él parece algo inseguro, pero está contento. Le acaricia suavemente la espalda.

– Qué va... – Ella suelta una risita de satisfacción.

Un abrazo que dura varios minutos. Se cogen de la mano, se meten en el coche, se besan. El Volkswagen se aleja silencioso en la oscuridad de una calle cualquiera, dirigiéndose a otro punto de la ciudad, a un restaurante, a unas copas, a una cama, a un amanecer.

Y sus vidas nunca parecen estar vacías.

2 comentarios:

  1. Sí que hay algo y mucho: ¡la leccion aprendida por una parte, y la esperanza por la otra! ¡Eso nunca se pierde! y ademas nos hace vivir con mas ganas, ¿no crees? :)) ¡Feliz San Valentin a ti tambien! :)) ¡Que pases un buen dia!

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  2. Totalmente cierto, pero hay un instante entre el golpe y la comprensión que te deja en un absoluto vacío. Para unos ese instante dura unos pocos segundos, mientras que para otros dura años...

    Igualmente! :):)

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