domingo, 6 de febrero de 2011

El pequeño despertar de Claudia

Claudia se remueve.

Está inquieta. Le duelen la cabeza y la espalda. Los brazos le han hormigueado por oleadas hasta la punta de los dedos. Las piernas le pesan. Está desorientada y se siente abatida. Por un momento piensa que ha estado hibernando durante demasiado tiempo, como si el despertador no hubiera funcionado.

¿Dónde ha estado realmente?

No se acuerda demasiado bien. La verdad es que tampoco tiene demasiadas ganas de pensar en ello. Intuye que si piensa demasiado se pondrá a llorar. Ya basta de llorar, ¿no? No vale la pena, las cosas siguen igual, se llore o no se llore.

¿Seguro?

Claudia se estira lentamente mientras piensa en el hecho de llorar. ¿Cuántos litros de lágrimas puede llegar a derramar una persona en una crisis intensa de llanto? ¿Y a través de los años? ¿Se habrá hecho alguna vez un estudio acerca de ello? Seguro que sí, si las empresas se dedican a realizar estudios científicos para demostrar que la gente prefiere su tiempo de ocio al que pasan trabajando. Decide buscarlo por internet.

"/me anota otra cosa a la lista de cosas por hacer", piensa. Y medio sonríe.

Y sigue pensando en las lágrimas. En el llanto. ¿Cuándo llora la gente? Por supuesto, depende de cada persona. Hay gente que no llora durante años y que explota en cierto momento durante unos pocos minutos. Otros lloran cada día. Otros ni siquiera se dan cuenta de cuándo lloran, ni le dan la menor importancia. Pero esa no es la cuestión.

La cuestión es por qué se llora. Hay muchos tópicos y frases acerca del llanto. Quizá el más conocido es el de que "los hombres no lloran". ¡Cuánto mal han causado esas palabras! Pero eso no importa. Unos dirán que uno debe llorar tantas veces como sea necesario, "hasta secar las lágrimas" o "hasta que no queden más lágrimas que derramar". Otros dirán que "llorando no se logra nada". Algunos piden: "¡Llora! ¡Desahógate!" y entonces es cuando las lágrimas dejan de brotar. Y otros dicen que es el mejor modo de desahogarse.

Claudia cree que es una forma de desahogo. De queja. Como un grito cuando uno se da un golpe en la rodilla con la mesita de noche. Pero...

Pero Claudia a veces nota un nudo en la garganta. Es una presión, como si dos manos invisibles la agarraran. En esos momentos desea llorar pero las lágrimas nunca aparecen. Al menos desde hace un tiempo. Lo cierto es que hace unos años era realmente fácil llorar. Cualquier cosa podía desencadenar un ataque de llanto desconsolado. Pero lo que antes hacía llorar ahora ha perdido el efecto. Claudia sigue pensando.

Es necesaria una vía de escape. Y en el momento en que Claudia da con esa idea, el nudo vuelve, un poco más fuerte esta vez. Algunos escapan haciendo ejercicio, una costumbre muy buena. Otros, como ella, se refugian cobardemente en el alcohol. Y es en esos momentos de embriaguez cuando el nudo no presiona tanto, o cuando las lágrimas fluyen con muchísima más facilidad; pero siempre, sin excepción, parece que la mente trabaja muchísimo más rápido de lo normal. Es como si el estado sobrio significara aletargamiento amargo, y la embriaguez fuera sinónimo de respuestas, esquema, ordenación y descanso. De hecho, el momento de volver a escribir se produce en pleno estado de embriaguez. Tras tanto tiempo... Como si el alcohol desatara al artista.

Claudia sabe que tiene un problema, y que nadie más lo sabe. Y el vacío se incrementa.

Pero también quiere verlo desde un punto de vista positivo. Al menos ahora quiere volver a escribir. Hacía demasiado tiempo que eso no sucedía. La última vez que escribió algo decente era feliz. Hace años. Y durante todos esos años el alcohol ha estado presente, en mayor o menor grado, pero ni de ese modo la inspiración revivía. Y ahora parece que esa inspiración vuelve. De hecho quizá no es ni inspiración; es más la necesidad imperiosa de escribir. Es que vuelven las frases rápidas a la cabeza, las ideas mezcladas, la claridad. Es una olla a presión. Y hay que soltar esa presión poco a poco.

Por eso Claudia pasa de un tema a otro sin pensar.

En realidad esa necesidad de escribir significa que tiene demasiado que expresar y no puede. Tras tanto tiempo las ideas se acumulan y todas quieren salir por la misma puerta al mismo tiempo. Y eso produce caos.

Mejor el caos que la nada.

Una de las cosas que más le gustan a Claudia sobre el hecho de escribir es el hecho de, paradójicamente, dejar la mente en blanco. En cuanto sus dedos se empiezan a mover sobre el teclado ella deja de estar pendiente en lo que piensa. Sí, cierto, "dejar la mente en blanco" no es el término correcto. Pero es como si Claudia dejara de pensar activamente para dejar que su mente guíe sus palabras. Ella se pone en una especie de modo de trabajo y deja que sus dedos hagan el resto. No pretende escribir algo de calidad, algo profundo, algo revelador. Simplemente quiere desahogarse. Y a veces para desahogarse hay que dejarse llevar. Y ella, en vez de controlar las ideas, se deja llevar por ellas. Por eso es como si ella misma no fuera dueña de sus actos cuando escribe, aunque lógicamente es consciente en todo momento del proceso.

Demasiado complicado.

Maldito dolor de espalda.

La verdad es que Claudia ha estado desaparecida durante tanto tiempo que ha perdido la práctica. Antes escribía relatos de una mediana calidad. Algunas de sus frases le gustaban, como cuando uno lee un libro y de repente se encuentra con una frase que le produce un hormigueo. Claudia ha escrito frases como esas. Una de ellas es algo parecido a "pisadas que el viento barrerá y pisotones que quedarán marcados a fuego para que no olvidemos". O los fantasmas de trajes de fiesta baratos que viajan en el metro.

En realidad toda esta asociación de ideas viaja en el mismo sentido. Hacia el mismo núcleo. Malditos recuerdos, malditas experiencias.

No significa que Claudia no haya superado algunas experiencias. Significa que su maleta es algo más pesada que antes. No, "algo" tampoco es un término adecuado. "Mucho" es el correcto.

Claudia echaba de menos esto. ¿En cuántas cosas ha pensado ya? En las lágrimas, en el alcohol, en los relatos, en el escribir, en los recuerdos. Siempre con una nota de amargura. Su constante en la vida.

Y le gustaría tanto verse grabada cuando escribe...

Quizá un día lo haga. Grabarse.

También podría hacerse una foto.

A veces los pensamientos aminoran el paso. O son tan breves que rápidamente dan paso a otros pensamientos completamente distintos.

Pero era necesario.

A fin de cuentas, Claudia sabe que volverá a recuperar lo que era. Es como el corredor de fondo que se lesiona y tras meses de baja vuelve a entrenar y siente que su nivel es de principiante. O como un estudiante de inglés que tras años sin practicar el idioma siente que ha perdido el acento. Se trata de práctica. Práctica y más práctica. Como cuando Claudia tocaba la guitarra; practicar hasta que salgan cayos en los dedos. Y tras eso, lo mejor llega.

Claudia mira su vaso medio lleno. "Al menos está medio lleno", piensa mientras sonríe.

Y entonces le viene una frase a la mente. "Qué pequeño es el mundo". ¡Cuántas interpretaciones tiene esa frase! Por la gente que te puedes encontrar, y por lo pequeño que es el mundo de Claudia ahora mismo; tan pequeño como el netbook en el que pretende entrenar para volver a escribir relatos de relativa calidad. Un mundo pequeño.

Una pecera, porque en el océano se encontró con un tiburón de afilados dientes...

Y ella es tan sólo una rosa con cuatro espinas para defenderse del mundo.

El nudo vuelve.

Claudia tiene tantas, tantas cosas de las que hablar, y no hay nadie que realmente quiera escuchar...

El nudo aprieta.

Quiere hablar del amor, y de los vicios... De las pasiones y las obsesiones y el placer y el dolor, de la mentira y las máscaras, de la pena y la necesidad, de los laberintos y de su solución, de los gustos, los sabores y los colores, de la ilusión, la frustración, el odio y el rencor... De las adicciones y la comprensión y hasta dónde está dispuesto uno a llegar, de los nudos en la garganta y el autocontrol y la rabia y el aprecio y mil cosas más que guardan fila para acabar saliendo... tarde o temprano, de manera sencilla o escondidos tras una imagen inventada.

¿Releer? No ahora; mejor seguir adelante.

Si una idea se repite no es pecado; así pensamos los seres humanos.

Quizá se trate de hacer esa idea atractiva para los demás...

Nada de lo que piense Claudia ahora mismo será digno de ser mencionado. Pero sí que será tratado desde otro punto de vista más adelante. Este es sólo el inicio. Claudia siente que está despertando, y sólo eso, y nada más que eso, es buena señal. Porque es señal de que todo está mejorando. Sin que Claudia se diera cuenta, ella ha cambiado. Y las nubes negras de tormenta han ido desapareciendo poco a poco. Ahora Claudia sólo tiene que abrir un poco más los ojos.

El único miedo es abrirlos y ver lo contrario a lo que se desea...

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