martes, 22 de marzo de 2011

Cambio

Salió a la ciudad con una sonrisa en la boca porque al fin se sentía libre. El sol empezaba a reclamar su papel en la recién estrenada primavera y el aire se había hecho algo más ligero, provocando que todos los sonidos fueran más agudos. Por eso sonreía, y tenía ganas de correr por las calles y revolcarse en la arena de la playa y dormir la siesta a la sombra de algún árbol. Porque era libre, porque al fin dejaba todas sus preocupaciones diarias atrás, porque podía vaciar su maleta de cosas viejas y sucias, porque se había quitado un tremendo peso de encima y se sentía tan ligera que se creía capaz de volar.

Salió a la ciudad con lágrimas en los ojos porque esa era la reacción más común ante los cambios bruscos e inesperados; porque se abría ante ella un abismo de incertidumbre y sentía esa especie de miedo escénico ante la idea de tener una vida completamente nueva por delante. Lloraba porque dejaba atrás buenos momentos que quizá no había sabido valorar del todo y porque de repente se sentía algo más sola en su día a día, y lloraba también de alivio, liberando toda la tensión acumulada durante los últimos largos años. Lloraba porque ésa es una de las etapas del duelo; lloraba por tristeza y por felicidad.

Caminaba rápido por la calle, sin importarle demasiado hacia dónde se dirigía. Sonreía y se secaba las lágrimas, y miraba al cielo azul y después a la gente que pasaba por su lado y que la miraba extrañada, y entonces ella volvía a sonreír, aunque tenía miedo a lo que estaba por llegar. Sentimientos encontrados y opuestos que la confundían ligeramente, pero ella seguía sintiéndose ligera, un poco más sana, un poco menos infeliz. Ya llegaría el momento de preocuparse por las cosas importantes; el papeleo, las horas libres, empezar de cero. Se sentía como una niña pequeña a quien le acaban de comprar una libreta y un boli: quiere estrenarlos poco a poco y con buena letra, pero debe decidir qué contenidos crear. De hecho ella era la única que decidía qué hacer con su vida. Sólo había necesitado un pequeño empujón. Pero sabía perfectamente que las cosas buenas estaban a la vuelta de la esquina.

Y así caminaba ella en un lunes tan poco peculiar como la mayoría de lunes de su vida, pero esta vez los colores y el olor del mundo eran distintos, más intensos y mejor dibujados. Ella siempre tenía esa sensación cada vez que sucedía algún gran cambio en su vida. Y se imaginaba el gigantesco abanico de posibilidades, y de nuevo, parada ante un semáforo en rojo, pensó: "¿Qué me encontraré a la vuelta de la esquina?".

Salió a la ciudad como cada día y su vida cambió para siempre. Porque nada es eterno ni imprescindible, porque el mundo es mucho más grande y está más lleno de posibilidades de lo que parece a simple vista. Porque con cada paso que se da, algo cambia...

2 comentarios:

  1. Esto último me ha molado y mucho: " Porque nada es eterno ni imprescindible, porque el mundo es mucho más grande y está más lleno de posibilidades de lo que parece a simple vista. Porque con cada paso que se da, algo cambia..."

    Esa es la esencia de la puta vida

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  2. :)

    Pero a veces parece que lo olvidamos...

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